Esta semana experimenté dos veces la alegría de ver ideas transformadas en realidad.
La primera fue finalizar la Diplomatura en Podcast y Narrativas Sonoras que estaba cursando y concretar el trabajo final: una ficción sonora para la primera infancia, pensada para acompañar algunos acontecimientos y situaciones de la vida cotidiana.
La segunda fue haber montado un espectáculo absolutamente desde cero, desde pensar el guión hasta el armado de la puesta en escena, pasando por iluminación, sonido, vestuario, asistentes, dirección de actores, difusión, etc.
Veintisiete actores en escena. V E I N T I S I E T E.
En la primera función hubo más de ochenta espectadores y en la segunda, sobrepasamos los cien.
La obra fue aclamada por el público y bien recibida por la crítica.
Sinceramente, no fue algo sencillo de realizar y obviamente no lo hice todo sola, pero se siente muy bien haber podido llevar a cabo el Acto de San Martín en la escuela primaria donde trabajo.
Si bien un acto escolar no es lo mismo que montar un espectáculo, en muchos sentidos puede ser más desafiante.
Es más sencillo dirigir un par de actores profesionales (o que al menos se dediquen a eso) que veintisiete niños de seis o siete años.
Es más sencillo tener una sala acondicionada para las necesidades de una obra que decorar un salón de escuela.
Es más sencillo coordinar con encargados de vestuario que comunicarse con familias para hacer entender cómo tienen que ir disfrazados los niños.
Es más sencillo tener un público que paga entrada que tener de público a las familias de los actores y actrices.
Y podría seguir.
Aun así, lo más difícil de todo es lograr que esos niños que están en escena (y por ende sus familias) lo disfruten y que no se vuelva todo un tedio para todos (incluidas nosotras, las docentes).
Y lo logramos.
La verdad es que eso me llenó la barrita de orgullo esta semana. A veces, a los docentes (y a la sociedad en general) se nos olvida que, además de todo lo que hacemos y tenemos que hacer en una escuela, también somos gestores de eventos multitudinarios. (Y nos pagan poquísimo por todo esto).
Tenía otras cosas para escribir, pero me parece importante dejar que estas sensaciones de trabajo bien hecho se asienten en el cuerpo antes de embarcarme en nuevos proyectos.
P.D.: También, en otro logro no menor, he podido reducir el uso del celular de más de 8 horas por día a un promedio de 6 horas y media. Sigue siendo mucho, pero estoy en camino.